El antiguo Canódromo de la Meridiana es desde finales de 2020 el Ateneu d’Innovació Digital i Democràtica, un equipamiento público impulsado por el Ayuntamiento de la capital catalana. Con la pandemia tuvo que posponer el inicio de sus actividades hasta bien entrado en el 2021. Ahora, tres años después de este inicio, hablamos con Anna Inglés y Núria Alonso, socias de la cooperativa Colectic y responsables de la oficina técnica del equipamiento.
1- Brevemente, ¿qué es el Ateneo de Innovación Digital y Democrática de Barcelona?
El Canódromo es un punto de encuentro. Es un centro cultural en el que trabajamos para que las tecnologías abiertas, la cultura digital y la participación ciudadana sean temas de debate en boca de todas, proponiendo actividades tan diversas como talleres, formaciones, charlas o espectáculos. Ofrecemos espacios de encuentro donde nos plantean preguntas sobre cómo impacta la tecnología en nuestra sociedad, y cómo podemos hacerlo para que estos impactos nos enriquezcan a todas. Es un punto de encuentro también para todos aquellos proyectos y personas que quieran explorar en profundidad estos vínculos: a raíz del programa de residencias y colaboradoras, el Canódromo enriquece y consolida un ecosistema de proyectos innovadores y de transformación democrática.
2- Colectic sois una cooperativa con una larga trayectoria gestionando servicios vinculados a la tecnología y la transformación social pero no gestionando equipamientos… ¿Por qué os presentasteis?
La gestión de un equipamiento era un reto en sí, ya que, como dices, no lo habíamos hecho antes. Pero el Canódromo contenía todo lo que trabajamos desde Colectic: trabajar con la tecnología desde una perspectiva crítica, el trabajo comunitario, la mirada feminista, la apuesta por el software libre y la formación en ámbitos tecnológicos. Para nosotros fue dar un paso lógico, habiendo iniciado una línea de trabajo en torno a la participación digital hibrida, de la mano de un proyecto de software libre y de kilómetro cero como decidimos. Nos permite llevar muchos de los debates que genera la transformación democrática y los derechos digitales en un plan aterrizado y cercano.
3- ¿Qué valoración hacéis de estos años? ¿Cuáles han sido los aciertos y qué más podéis ofrecer de cara el futuro?
Los inicios del Canódromo no han sido fáciles. Iniciamos nuestra actividad entre restricciones provocadas por la Covid-19, y una vez recuperada la normalidad nos hemos visto rodeadas de obras (tanto de la plaza como en el interior del edificio). Estos factores externos no han ayudado a que la reapertura del espacio fuera conocida por todos, ya que llevaba muchos años en uso privativo. Y, sin embargo, la valoración es muy positiva, nos hemos ido haciendo un sitio tanto en el barrio como en la ciudad. La participación ha ido en aumento y las redes tejidas en todos los ámbitos van dando sus frutos.
Hemos aprendido mucho sobre gestión de equipamientos, pero también hemos aprendido a saber escuchar el momento social y tecnológico, detectar las necesidades del momento y de las personas que nos rodean, y saber dar respuesta y ofrecer un retorno adecuado. Poder poner en común estos aprendizajes ha sido uno de los mayores aciertos, permitiendo y fomentando la réplica de experiencias como las nuestras. Lo percibimos así viendo la acogida que ha supuesto nuestra actividad así como el soporte recibido en las redes más cercanas.
De cara a futuro, la lista de temas pendientes y de propuestas a llevar a cabo es larga y ambiciosa, no paramos de ilusionarnos con las posibilidades del Canódromo y de su red de proyectos y personas que lo hacen posible. Mantenemos la mirada puesta en la formación tecnológica, ampliándola a nuevos temas importantes por las comunidades de software libre y reforzamos nuestra implicación en proyectos de investigación, como mecanismo para seguir haciendo crecer a la comunidad que está creciendo alrededor y dentro del Canódromo.
4- Una de las líneas de trabajo es la lucha contra la brecha digital, pero también destacan las reflexiones sobre la gobernanza, el código abierto, la tecnología con perspectiva de género… Una entidad como la Mesa del tercer sector nos sentimos interpelados e interpeladas por estas cuestiones, ¿cómo las ha abordado desde el punto de vista de las personas en situación de vulnerabilidad?
Uno de los primeros proyectos que iniciamos, con el arranque del Canódromo, fue la Xarxa Oberta de Barris, donde ofrecíamos, en colaboración con Guifinet, una conexión a Internet para las unidades de convivencia que tenían este derecho vulnerado. Romper esta primera brecha de acceso nos ha permitido trabajar con personas que a priori no se habrían vinculado a un espacio tan marcadamente tecnológico, y ofrecerles una serie de actividades en torno temáticas que nos afectan a todas, como sociedad.
A raíz de la Escola Canòdrom hemos acercado el uso de tecnologías a personas que tenían dificultad de acceso, ofreciendo itinerarios formativos acompañando en la adquisición de las competencias digitales básicas. Con el programa cultural Canòdrom Obert planteamos una aproximación más lúdica a los impactos tecnológicos. Y lo hacemos con actividades muy diversas como proyecciones de cine, documentales, conciertos, debates, escape rooms o talleres de maquillaje drag.
5- ¿Qué líneas de trabajo se pueden establecer conjuntamente entre el Ateneo de innovación digital y democrática y las entidades que trabajan con estos colectivos? ¿Cómo puede serles útiles?
Primero es clave detectar cuáles son los intereses comunes: ¿cómo impactan las novedades tecnológicas en las personas con las que trabajamos? ¿Sirven para preservar sus derechos o, por el contrario, las tecnologías potencian vulnerabilidades que ya están viviendo?
A partir de esta detección inicial podemos diseñar actividades que nos sirvan para afrontar estos retos de forma amena, facilitando la comprensión de temáticas clave y perdiendo el miedo a dominar la tecnología. Esta propuesta la generamos desde nuestra experiencia, pero también (sobre todo) valorando los proyectos que desarrollan nuestras aliadas (residencias, colaboradoras o entidades afines).
Porque una sociedad será sana cuando todas las personas que forman parte de ella sean capaces de vivir de manera autónoma su vertiente digital. Y cuando hablamos de todas, nos referimos sobre todo a las personas más vulnerables.