Nos encontramos en un momento excepcional en el que la situación sobrevenida por la propagación del SARS-CoV-2 y las medidas implementadas para limitar su contagio han hecho que mucha población se encuentre confinada a sus hogares. Se ha hecho viral #EmQuedoACasa y con este están proliferando tanto las medidas de teletrabajo como de recursos educativos en linea así como otras iniciativas de carácter más lúdico o cultural.
Esta extraordinaria situación ha puesto en primer plano la multiplicidad de impactos que ha tenido la deconstrucción de los estados del bienestar en los últimos años. En el momento en el que nos hemos encontrado en una situación de emergencia sanitaria, no solo han aflorado con fuerza las problemáticas que comporta la debilitación del sistema de sanidad pública, sino que también han aflorado otras realidades, que si bien ya estaban presentes, han aparecido ahora en el centro del escenario. Esta situación causa desigualdades entre aquella población de profesionales que puede seguir con normalidad el confinamiento y profesionales que tienen que continuar ejerciendo sus actividades. Dificultades de la conciliación del teletrabajo con la cura de niños y personas dependientes. Desigualdades en el confinamiento según los metros cuadrados de los hogares, el número de personas que habitan y las equipaciones y recursos disponibles a las mismas. Pero hay un ámbito del que no se ha hablado todavía: las desigualdades digitales.
En este artículo presentamos algunos de los resultados de una investigación impulsada por la Taula d’entitats del Tercer Sector Social de Catalunya a través del proyecto m4social, y elaborada por la Fundación Francesc Ferrer i Guàrdia sobre la “Brecha digital en las personas atendidas por entidades sociales«. En el marco de esta investigación se nos ha hecho necesario poner orden en la conceptualización de la brecha digital. Tal y como apuntamos con el título de este artículo, la brecha digital solo es digital superficialmente, es una brecha eminentemente social. Esta se encuentra condicionada por múltiples factores que no siempre se tienen en cuenta en su globalidad, y que por lo tanto, consideramos necesario explicitar.
Cuando hablamos de Brecha Digital estamos haciendo referencia a tres dimensiones de desigualdades digitales:
Brecha digital de acceso: hay que disponer de acceso, dispositivos TIC y software
Hay que tener presente que brecha de acceso no solo implica tener acceso / no tener acceso, sino que se relaciona con las diferencias en relación al acceso a diferentes dispositivos y periféricos, a las oportunidades en relación al tipo de dispositivo al que se puede acceder y a la posibilidad de hacer frente a los costes del mantenimiento de los recursos tecnológicos (equipaciones y software). Estas diferencias impactan en las desigualdades existentes en relación a las competencias, usos y aprovechamientos de las TIC. Por ejemplo, el uso del ordenador en comparación con el teléfono móvil, requiere de un conocimiento especializado y permite realizar unas actividades determinadas. Por lo tanto, desde esta perspectiva se rompe la visión binaria con que nació el concepto y nos lleva a formas más complejas de desigualdad. Incluso con un acceso ya relevante que se aproxima a ser universal, existen desigualdades en la capacidad de acceso que pueden marcar diferencias decisivas en relación a la equipación disponible, la autonomía de uso, las habilidades informáticas, el apoyo social y los fines para el que se utiliza la tecnología.
En la última década se ha presentado una extensión progresiva del acceso a las TIC a los hogares catalanes. A pesar de que en 2019 representaban el 94%, cerca de 155.000 hogares catalanes todavía no disponen de acceso a internet. Actualmente el porcentaje de hogares que disponen de acceso a Internet es superior a aquellas que disponen de ordenador, por el que podrían entender que se utilizan otros dispositivos para acceder en la red, lo cual nos remite a las diferencias y desigualdades en función del dispositivo empleado. Si prestamos atención a los motivos por los cuales los hogares no disponen de acceso a internet, destacan la carencia de necesidad de Internet (no les resulta útil, interesante, etc.) y la carencia de conocimientos para utilizarlo. Pero también motivos relacionados con los costes, ya sea de la conexión o de los dispositivos.
Brecha digital de uso: hay que tener habilidades y competencias
Con el adelanto tecnológico se observa que el hecho de tener acceso a las nuevas tecnologías no reduce las desigualdades, sino que existen otros elementos que actúan como barreras y que impactan en los usos digitales. Nos referimos a la desigual capacidad para acceder y utilizar las TIC, es decir, en el nivel de capacitación de las personas para la utilización de las TIC. Por lo tanto, además de tener acceso a la infraestructura, hay que disponer de los conocimientos y las destrezas necesarias para poder utilizarlas. En este sentido, nos encontraríamos personas que disponen de los equipos necesarios, de una buena conexión a la red, pero no saben como utilizarlo adecuadamente. Aspectos que se relacionan con las diferentes formas de capital subyacente al acceso diferencial y el uso de las TIC (capital económico, cultural y social).
Las condiciones en que se da la expansión de las TIC pueden ser el desencadenante de nuevas formas de exclusión social, del reforzamiento de las ya existentes o, por el contrario, podrían acontecer un ámbito e instrumento de inclusión. Así, la brecha de acceso y la brecha de uso se retroalimentan la una a la otra, de forma que, sin acceso material a la tecnología no se podrán desarrollar las habilidades y competencias; y a la vez, no se suele adquirir material tecnológico sin las habilidades para utilizarlo. En este sentido, suponiendo posibilidades de acceso igualitarias, o al menos suficientes para todas las personas, estas se diferenciarían, al menos, por su grado de competencia individual (capital cultural), su disposición a invertir esfuerzo (la edad, el género, y el bagaje o experiencias previas), el nivel de apoyo de su entorno (capital social) y los objetivos perseguidos con el uso (entorno institucional).
Por lo tanto, el uso de dispositivos tecnológicos dependerá de las habilidades informáticas, que a su vez serán condicionadas por la motivación para aprender y la utilidad percibida de los medios digitales. Los datos nos presentan que conforme incrementa la edad disminuyen las actividades informáticas realizadas, sobre todo si nos fijamos en aquellas de mayor complejidad como podría ser la programación o las hojas de cálculo.
Brecha digital de aprovechamiento: no solo hay que saber utilizar las TIC, sino que también hay que saber desarrollar las estrategias que posibiliten un uso beneficioso
Cómo hemos visto, no solo encontramos una brecha digital entre aquellas personas que pueden acceder a las TIC y las que no (primera brecha digital: acceso), sino que también observamos desigualdades en términos de motivación, competencias o habilidades y finalidad de uso (segunda brecha digital: uso), y desigualdades en términos de los beneficios (sociales, culturales, económicos, personales, políticos) que pueden obtener por el hecho de estar conectados. Lo que se ha conceptualizado como la tercera brecha digital, basada en los beneficios sociales y culturales que derivan del acceso y el uso a las TIC.
En este caso la brecha digital hace referencia a las diferencias en los rendimientos del uso de Internet entre usuarios/as que presentan perfiles de uso muy similares y que disfrutan de un acceso relativamente autónomo y sin restricciones, tanto a las TIC como la infraestructura de Internet. Por lo tanto, hacen referencia a las carencias en la capacidad de las personas de traducir su acceso y uso de Internet en resultados favorables fuera de la red (offline). Es decir, las desiguales posibilidades que tienen las personas de aprovechar las nuevas tecnologías, considerando las barreras relativas a obtener beneficios concretos de la inclusión digital.
En este sentido, pues, la estratificación social se reproduce al entorno digital, generando un nuevo tipo de discriminación en base a la estratificación digital.
Este artículo es la introducción de una publicación mucho más extensa que recoge algunos resultados del estudio “Brecha digital en las personas atendidas por entidades sociales«.
Hungria Panadero, Coordinadora del Instituto de Análisis Social y PolíticasPúblicas (IASPP) en la Fundació Ferrer i Guàrdia. |
Sandra Gómez, Técnica de investigación social en la Fundació Ferrer i Guàrdia. |