Susana Plasencia Caparroz, presidenta de Salut Mental Mataró Maresme i vicesecretària de la Federació Salut Mental Catalunya (SMC).
La actual pandemia y el confinamiento que conlleva nos ha afectado a todas las personas durante estos meses. También a las asociaciones, que hemos tenido que interrumpir actividades, servicios de información, acompañamiento, formaciones, reuniones, asambleas y encuentro lúdicos. Como consecuencia, las tecnologías han invadido nuestras vidas y con ellas el reto de incorporarlas a las entidades de salud mental para seguir ayudando a nuestros socios y socias.Pero no es la primera vez que debemos hacer frente a un reto en el ámbito de la salud mental.
Por hacer un poco de historia, me gustaría recordar la aparición de las asociaciones de salud mental, hace ahora 25 o 30 años, como Salut Mental Mataró i Maresme, a la que pertenezco, y que en 2020 celebró su 25º aniversario. Casi todas las asociaciones fueron fundadas por familias de personas con un problema de salud mental, en su mayoría mujeres y mayoritariamente madres. Mujeres valientes y decididas a encontrar respuestas y conseguir recursos para mejorar la vida de sus familiares. Mujeres con edades comprendidas entre los 40 y los 50 años. En la actualidad, muchas de esas mujeres seguimos siendo activistas en salud mental, nos hemos formado y adaptado a los nuevos tiempos, hemos luchado con la administración y su infumable burocracia y, en la mayoría de los casos, hemos confiado y compartido nuestras actividades con profesionales y voluntariado. Algunas formamos parte de las juntas directivas de nuestras entidades y realizamos actividades más acordes a las capacidades por nuestra edad y experiencia, como en el caso de las formaciones para ser facilitadoras de Grupos de Ayuda Mútua (GAM) o los programas de empoderamiento Prospect del proyecto “Activa’t per la salut mental”.
En definitiva, toda una labor de acompañamiento basada en las experiencias compartidas, la empatía y la cercanía. Participamos en talleres donde se crean redes de apoyo y solidaridad que nos ayudan a sobrellevar la soledad y el estigma aún presente en la salud mental, y que en muchas ocasiones es más doloroso que el propio diagnóstico de nuestro familiar.
De repente llegó el Covid-19 y se impusieron, sin que lo esperáramos, la pandemia, el confinamiento y las TIC. Solo nos quedaron dos opciones, o nos conectábamos a las plataformas digitales o volvíamos de nuevo a silenciarnos y dejar de reivindicar nuestras necesidades y nuestros derechos, ya de por sí históricamente muy mermados. Puesto que somos un grupo de mujeres luchadoras e inconformistas, decidimos utilizar, a marchas forzadas, todos los recursos a nuestro alcance: grupos de whatsapp, videollamadas, reuniones mediante Zoom, Hangouts, Jitsi,Meett… Y gracias a la ayuda de otras generaciónes y con muchas dudas e inseguridades conseguimos animar a las compañeras más reticentes.
Ningún virus, ni tecnología nos va a hacer perder todo el capital humano, la experiencia y el conocimiento de activistas que llevan toda una vida luchando por una salud mental digna y de calidad. Ha sido una experiencia de lo más sorprendente y gratificante, y hemos descubierto una herramienta más para seguir luchando. Pero que nadie piense que vamos a dejar de hacer talleres presenciales y compartir meriendas y excursiones, aunque no cabe duda que hemos demostrado, una vez más, que nos crecemos ante las dificultades y que salimos reforzadas de ellas.
Si una palabra define en estos momentos a cualquier activista de esta generación que lideró el nacimiento del movimiento asociacionista en salud mental en Catalunya es, sin duda, RESILIENCIA.