Hace poco más de un año que la palabra NFT se introdujo en nuestras vidas. Los non-fungible token, token no fungibles, son unidades de referencia virtual inimitables. Es decir, permiten adquirir o crear un bien digital y garantizan la propiedad, la autoría y la integridad; pueden ser utilizados para representar la propiedad de objetos únicos. De hecho, no fungible es un concepto económico que podríamos usar para describir cosas como nuestro ordenador, nuestro coche o nuestros muebles, objetos que no son intercambiables por otros porque tienen propiedades únicas. Hasta ahora, los ficheros digitales se podían copiar y compartir indefinidamente, ahora los NFTs permiten demostrar que un archivo no ha sido alterado y evitan que nadie lo pueda copiar o robar; es decir, llevan al ámbito digital la manera de operar con los productos físicos.
En mayo de 2021 se vendió por primera vez una obra de arte digital asociada a un certificado de tipo NFT: Quantum, de Kevin McCoy. Desde entonces, los medios se han hecho eco de ventas y compras millonarias de NFTs por parte del creador de Twitter, Jack Dorsey; Justin Bieber; Gerard Piqué y un buen puñado más de caras conocidas. En general, los NFTs han sido recibidos con buenos ojos por parte del sector de la creación y de los artistas digitales, pero también han surgido críticas desde este y otros ámbitos en relación con aquello que prometen y lo que proporcionan realmente. En cualquier caso, hay voces que apuntan que pueden ser una herramienta interesante para las entidades sociales y las organizaciones sin ánimo de lucro.
Los NFTs, una posible nueva vía de ingresos
Los NFTs pueden ser una nueva herramienta de ingresos y de recaudación de fondos para las entidades sociales y las organizaciones sin ánimo de lucro. Las entidades, por ejemplo, pueden trabajar para identificar artistas digitales que compartan sus valores e invitarlos a establecer algún tipo de colaboración con ellas y que el artista cree un NFT para la organización. Los beneficios de la venta de este NFTs pueden convertirse en donaciones para la entidad. Por otro lado, otra vía de colaboración con el artista puede ser, simplemente, que un % de las ventas de sus obras vayan dirigidas de forma regular a la entidad con quien colabora. Así fue la experiencia de Save the Children que se asoció con NFDoge y un 10% de las ventas de la plataforma fueron destinadas a la entidad. Este tipo de colaboraciones con creadores se pueden hacer de forma directa, pero, también, pueden ser fruto de una colaboración entre una empresa y un artista y que una entidad salga beneficiada: Coca Cola se asoció con unos artistas 3D y el resultado fue una donación para Special Olympics; Givenchy lanzó varias colecciones de NFTs artísticos los ingresos de los cuales fueron dirigidos a entidades del colectivo LGTBIQ+.
Por otro lado, también hay ejemplos de subastas de NFTs organizadas con el objetivo de recaudar fondos para organizaciones sin ánimo de lucro: Beeple, el artista que cuenta con el récord del NFTs más caro vendido hasta ahora, subastó una obra de arte digital y los beneficios se destinaron a la Open Earth Foundation; mientras que Gucci subastó una serie de NFTs inspirados en su colección de otoño/invierno para apoyar a la campaña de acceso global a vacunas Covid de UNICEF USA. Celebridades como Ellen DeGeneres también han liderado iniciativas de este tipo para financiar proyectos como el de World Central Kitchen.
Además, los NFTs pueden ser una herramienta para reflejar quién eres, cuáles son tus valores o con que te identificas. Son una nueva manera de decirle en el mundo: “Me apasiona este tema”. Las entidades pueden aprovecharlos para hacer crecer la sensación de comunidad entre sus voluntarios y usuarios, para hacerlos sentir como parte de un ‘club’. La aparición de estos NFTs ‘sociales’ también ha hecho surgir nuevas alianzas: compañías como Woonkly, una red social de NFTs con sede, entre otros, en España enseña a organizaciones sin ánimo de lucro como utilizar esta tecnología, crear sus colecciones y venderlas para obtener una nueva vía de ingresos.
Al boom de los NFTs, los acompaña, sin embargo, una realidad incómoda. Es una actividad a la cual se asocia un importante consumo energético y un grave impacto medioambiental. ¿Por qué? El mercado NFT está sostenido sobre la tecnología blockchain y, por lo tanto, usa una red de computadores que, a su vez, consumen energía eléctrica para poder generar y alimentar las cadenas de bloques que componen estos activos digitales. Memo Atken, artista digital, ha hecho la primera y prácticamente única investigación hasta el momento sobre la contaminación derivada del cryptoart. Los resultados muestran que, de media, la creación, el registro y las transacciones asociadas a un NFTs equivalen al consumo eléctrico en un año de un ciudadano europeo. Esta huella de carbono, además, se multiplica por tantas veces como copias de este NFTs se vendan.
Así, la sensación es que los NFTs pueden ser una de las industrias más interesantes de esta década y presentan una oportunidad a explorar por parte de las entidades sociales, pero es importante ser conscientes del impacto ecológico del modelo actual y que quedan ciertos aspectos relacionados con la regulación, el fraude o la volatilidad de estos activos digitales que todavía se tienen que resolver.