Seguro que has oido hablar alguna vez del blockchain. Se trata de una base de datos formada por una red de ordenadores independientes o usuarios (llamados nodos), que tienen la responsabilidad de verificar transacciones y almacenar registros de manera anónima impidiendo que la información pueda ser borrada. Es como el libro de cuentas o el servidor de una entidad, pero difícilmente hackeable, y no se puede modificar.
Habitualmente, se la conoce como la tecnología que hay detrás de las criptomonedas, pero va mucho más allá. Realmente, su principal valor es su capacidad para garantizar la transparencia, la seguridad, la immutabilidad y la trazabilidad de los datos y las transacciones. Es resistente al fraude y a la manipulación y ofrece información sobre el origen y el proceso.
El blockchain, una herramienta para impulsar los ODS
Hace unos meses, os hablábamos en este artículo de como las entidades sociales se pueden beneficiar del blockchain, pero hoy queremos centrarnos en el potencial de esta tecnología disruptiva que puede aportar muchos beneficios a nivel económico, social y medioambiental, y que tiene capacidad para impulsar, incluso, el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 (Corrons, August, 2022. ‘Tecnologia blockchain en pro de l’Agenda 2030’).
De hecho, los expertos de la ONU consideran que la tecnología en que se basan las criptomonedas, la cadena de bloques o blockchain, puede jugar un papel muy importante en el desarrollo sostenible (Sánchez del Río, María, 2022. ‘Impacto medioambiental de las criptomonedas’). Pero, ¿qué aplicaciones puede tener? Según la ONU, apunta Sánchez del Río, puede generar un impacto relevante en pro de varios ODS, entre ellos, el 7, 8, 9, 11, 12, 13, 16.
Uno de los principales valores que puede aportar es su transparencia, que permite hacer seguimiento y verificación de los procesos. Esto garantizaría, por ejemplo, la aplicación y cumplimiento de criterios de sostenibilidad en el desarrollo de un proyecto. También, facilitaría conocer el origen de la energía o de un producto y hacer el seguimiento de los procesos de producción a lo largo de su ciclo de vida. Todo ello, podría asegurar el uso de energías no contaminantes, fomentar el comercio justo y responsable y facilitar que la comunidad estuviera mejor informada y tomara decisiones más conscientes. En definitiva, la transparencia de la cadena de bloques permitiría verificar la sostenibilidad de los procesos, asegurando el respeto hacia los derechos humanos y el medio ambiente. Por otro lado, la trazabilidad del blockchain, también sería útil para evitar los fraudes y la corrupción del sector público, permitiendo hacer seguimiento del uso que se hace de los presupuestos públicos.
Los retos y los riesgos del futuro
Por todo ello, la ONU apoya al desarrollo del blockchain, y a través de su Programa para el Desarrollo (PNUD) defiende que puede impulsar la inclusión financiera, mejorar el acceso a la energía, fomentar la producción y el consumo responsable, proteger el medio ambiente, proporcionar identidad legal para todo el mundo y mejorar la eficacia de la ayuda. El organismo internacional, sin embargo, también tiene muy presentes los retos que presenta y asegura que entender los riesgos y gestionarlos es indispensable para liberar y aprovechar todo su potencial sin que esto implique un aumento de las desigualdades. Y es que el blockchain es todavía una tecnología en proceso de desarrollo, pero merece la pena no perderle la pista en los próximos años.